lunes, 2 de diciembre de 2013

Ciudad y campo.El antigüo dilema.

 Las ciudades cuentan con espacios que bien pueden encontrarse en las zonas rurales. Canchas de tejo, mini ranas, cantinas rústicas, y demás espaicos de encuentro que dan cuenta de que la migración y adaptación al trabajo fabril no implican el desarraigo total de las costumbres y prácticas cohesionadoras de los migrantes. Existe una nostalgia por el pasado perdido, el campo añorado del que ya no hace parte, bien por “decisión voluntaria” (bajas oportunidades laborales o educativas) o por desplazamiento forzado. Una vez, asentados en las ciudades, sus hijos posiblemente no sientan esa ausencia por sus patrones de crianza. El territorio, que es en sí mismo el escenario en el que confluyen las vivencias más íntimas de una comunidad, se ha perdido aunque perdura en los pocos espacios verdes que ofrece la ciudad y los espacios de encuentro trasladados a los barrios receptores. 

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