sábado, 14 de febrero de 2015

Fragmento: "La insoportable levedad del ser."

Kundera, M (2014) La insoportable levedad del ser. Barcelona: Tusquetse.

Fragmento: Quinta parte. La levedad y el peso. (4).

A Tomás se le consideraba el mejor cirujano del hospital. Se decía que el director, al que ya le faltaba poco para jubilarse, le dejaría pronto su puesto. Cuando se supo la noticia los oganismos directivos le habían pedido una declaración autocrítica, nadie puso en duda que Tomás obedecería. 
Eso fue lo primero que le sorprendió: pese a que nunca había dado motivo para ello, la gente se sentía más inclinada a apostar por su inmoralidad que por su moralidad.
La segunda cuestión sorprendente era la reacción que producía su supuesta actitud. Podríamos dividir esas reacciones en dos tipos básico:
El primer tipo de reacciones era el que manifestaban aquellos que se habían visto obligados (ellos mismos o quienes los rodeaban) a renegar de algo, a manifestar su apoyo al régimen de ocupación o estaban dispuestos a hacerlo (aunque fuera a disgusto; nadie lo hacía por placer)
Esta gente le sonreía especial, que hasta entonces desconocía: con la tímida sonrisa de aprobación del conspirador. Es la sonrisa de dos hombres que se encuentran por casualidad en un burdel; les da un poco de vergüenza sea mutua; surge entre ellos una especie de fraternidad que los une. 
Le sonreían aún más contentos porque él nunca había tenido fama de conformista. Por eso su prevista aceptación de la propuesta del director era una muestra de que la cobardía iba convirtiéndose en norma de conducta y de que pronto dejaría de ser vista como tal. Esta gente nunca había sido amiga suya. Tomás advirtió con temor que, si en efecto hiciese la declaración que le había pedido el director, lo invitarían a tomar una copa a su casa y pretenderían hacerse amigos suyos. 
El segundo tipo de reacciones era el de la gente que había sufrido (ellos mismos o quienes los rodeaban) persecusiones, el de quienes se negaban a aceptar ningún tipo de compromiso con el régimen de ocupacion o el de aquellos a los que nadie les exigía que aceptaran ningún compromiso (que hicieran ninguna delcaración), quizá porque eran demasiado jóvenes para haberse visto implicados en nada y estaban convencidos de que, si lo hubieran pedido, no lo habrían hecho.
Uno de ellos, el médico S., un joven de mucho talento, le preguntó a Tomás:
- ¿Qué, ya la hiciste?
- ¿De qué me hablas?- le preguntó Tomás.
- De tu declaración- dijo S.
No lo decía con mala intención. Incluso sonreía. Era una sonrisa completamente distinta, otra de las sonrisas del columinoso herbario de las sonrisas: una sonrisa de feliz superioridad moral.
Tomás dijo:
- Oye, ¿tú que sabes de mi declaración? ¿La has leído?
- No-respondió S.
- Entonces no hables de lo que no sabes-dijo Tomás.
S. seguía sonriendo tranquilamente:
-Todos sabemos cómo funciona esto. Esas declaraciones se escriben en forma de carta al director o al ministro o al que sea, y éste promete que la carta no se publicará para que el que la escribe no se sienta humillado. ¿Es así?
Tomás se encogió de hombros y siguió escuchando.
-después archiva la declaración tranquilamente en su cajón, pero el que la escribió sabe que puede publicarse en cualquier momento. Por eso nunca podrá decir nada, ni criticar nada, ni protestar nada, porque en ese caso se publicaría su declaración y él quedaría deshonrado ante todos. A decir verdad, es un método bastante amable. Los hay peores. 
- Sí, es un método amable -dijo Tomás-, pero me gustaría saber quién te dijo que yo he aceptado entrar en semejante juego-
Se encogió de hombros pero la sonrisa no deparació de su rostro. 
Tomás se dio cuenta de una cosa curiosa. ¡Todos le sonríen, todos desean que escriba esa declaración, todos se alergarían! Los primeros se alegran de que la infación de cobardía trivialice su actitud y les devuelva el honor perdido. Los otros ya se han acostumbrado a considerar su honor como un privilegio especial al que no quieren renunciar. Por eso tienen por los cobarsen un amor secreto; sin ellos su coraje se convertiría en un esfuerzo corriente e inútil que no suscitaría la admiración de nadie. 
Tomás no podía soportar aquellas sonrisas y le daba la impresión de que las veía en todas partes, incluso en la cara de los desconocidos que pasaban por la calle. No odía dormir. ¿Y eso? ¿Es tal al importancia que les atribuye? No. La opinión que esa gente merece no es buena y se enfada consigo mismo por sentirse tan afectado por esas miradas. Es algo que carece de lógica. ¿Cómo es posible que alguien que estime un poco a la gente dependa tanto de su opinión?
Su profunda desconfianza hacia la gente (sus dudas con respecto a que tengan derecho a decidir acerca de lo que a él le concierne y a juzgarlo) tuvo probablemente algo que ver en la elección de su profesión, que descartaba cualquier posibilidad de relación con el público. Cuando alguien elige, por ejemplo, una carrera política, opta libremente por hacer del público su juez, en la intenua y manifiesta conianza de que logrará su favor. Un eventual rechazo de las masas le estmula para lograr metas aún más difíciles, del mismo modo que la dificultad de un diagnóstico estimulaba a Tomás. 
El médico (a diferencia del político o del actor) sólo es juzgado por sus pacientes y por los colaboradores más próximos, o sea entre cuatro paredes y a la vista de sus jueces. Puede responder inmediatamente a las miradas de quienes lo juzgan con su propia mirada, puede explicarse o defenderse. Pero ahora Tomás se encontraba (por primera vez en la vida) en una situación en a que fijaba en él un número de ojos mayor del que era capaz de registrar. No podía responderles ni con la mirada suya ni con palabras. Estaba a su merced. Se hablaba de él en el hospital y fuera del hospital (en aquella época, Praga, nerviosa, comunicaba las noticias acerca de quién había defraudado, quién había denunciado, quién había colaborado, con la extraordinaria rapidez de un tamtam africano) y él lo sabía pero no podía hacer nada por remediarlo. Él mismo estaba sorprendido de lo insoportable que aquello le resultaba y de la sensación de pánico que le invadía. El interés que aquella gente sentía por él resultaba tan desagradable como una aglomeración o como el contacto de la gente que nos arranca la ropa en nuestras pesadillas. 
Fue a ver al director y le comunicó que no escribiría nada. El director apretó su mano con mucha mayor fuerza que otras veces y le dijo que había previsto esa decisión. Tomás dijo:
- Señor director, quién sabe si no será posible que usted me mantenga aquí aunque yo no haga esa declaración -dándole a entender que sería suficiente que todos sus colegas amenazasesn con presentar simisión en caso de que obligasen a Tomás a marcharse.
Pero a nadie se le ocurrió amenazar con la dimisión yal cabo de un tiempo (el director le estrechó la mano aún con mayor fuerza que la vez anterior, le dejó marcas) Tomás tuvo que abandonar su puesto en el hospital. 

lunes, 29 de diciembre de 2014

Reseña: Voz femenina. Una mirada a la poesía de mujeres.

Hoy escarbando entre mis viejas fotocopias (el típico retrato de una estudiante de Universidad)  me encontré con una publicación seriada de la década del 90 tomada de un estandarte en la Escuela de Estudios de Género de la UN. Publicada en Medellín, la revista Vía  Pública. Cultura en Medellín fue una publicación fresca que representó el  interés de una élite intelectual  por consolidar un espacio para el debate y la divulgación de conocimiento especializado en el arte y la cultura. El número de agosto estuvo dedicado, por la cantidad de artículos relacionados con el tema, a mujeres pioneras en diversos campos del arte. Entre los artículos destacados se encuentra la  "Voz femenina". Escrito por la profesora, en esos días, de Literatura e Historia del Teatro de la Universidad de Antioquia, Natalia Pikouch; fue un hallazgo que despertó mi interés no sólo por la poesía rusa en plena Unión Soviética, sino por la poesía colombiana. 

Pikouch se centra a lo largo del artículo en la poca visibilidad de la literatura escrita por mujeres en la literatura universal. En ese primer momento, la autora destaca la notoria división sexual del trabajo en occidente. De ésta forma, emprende una diferenciación entre los roles típicos asignados en oriente (en esa categoría incluye a Asia, Rusia y Medio oriente) y occidente (Europa occidental y sus colonias) a los géneros. Occidente, desde Grecia Antigua, se ha encargado de dividir las actividades: los hombres se ocupan de labores como la política, las conquistas, la ciencia y el arte mientras que las mujeres a las  actividades concretas como el cuidado de los hijos y las labores domésticas. En Japón, según la autora, la sensibilidad literaria es femenina. La novelista del periodo Heian, la señora Musasaki, es la muestra fiel de ello. La autora dirá que, por el contrario a la cultura occidental, en Japón hombres y mujeres, a lo largo de la historia, se han hecho cargo de  actividades concretas a excepción de los ascetas, monjes y reyes.

Uno de los puntos más álgidos que destaca la autora sobre la literatura escrita por mujeres es la situación ambivalente en la que subsiste. Desde un arista, debido al lugar subalterno que ha ocupado, ha tenido que adoptar diferentes estrategias, la principal de ellas: apropiarse de códigos masculinos (léase indumentaria, nombres o ademanes). Así fue posible publicar literatura para una gran cantidad de mujeres ejemplo de ello fue George Sand. Por otra parte, los autores se han encargado de reproducir en sus líneas los personajes arquetipo: la femmale fatale o la mujer célibe; la puta o la muñeca. 

De ésta forma, la autora denuncia la ausencia de realismo en la literatura universal. Las mujeres "de carne y hueso" no se encuentran en ninguna de las magnánimes obras, a excepción de Ana Karenina de Tolstoi. Por ello, la autora exige la presencia de audaces escritoras que narren desde una perspectiva sensible la vida concreta. En  dicha tarea sitúa a mujeres que han accedido a niveles superiores de educación e independencia (económica). Intelectuales y escritoras como Simone de Behavoir, Anna Ajmatova, Marina Tzvietaieva representa a las mujeres que se encuentran en una posición social privilegiada en la estructura social y desde sus posiciones han contribuido a la creación de la identidad femenina real. 

Finalmente, la autora concluye su artículo destacando las creaciones literarias de 4  poetizas paisas: Anabel Torres, Sara B Posada, Inés Posada y Gloria Posada. Según la autora,  emprender el camino como mujeres y poetizas jovenes representa la inauguración de la poesía femenina en Colombia (es menester recordar que la autora se refiere a la Colombia de 1990). El reto es ser auténticas y desde la sensibilidad propia como mujeres labrar el camino.

Ahora, desde mi perspectiva, el artículo anteriormente reseñado presenta un enfoque ambivalente. En primera medida, denuncia una baja participación de las mujeres en la literatura universal debido a la división sexual del trabajo. Sin embargo, la autora destaca que la participación femenina en la literatura ha de ser desde la sensibilidad "innata" de las mujeres. La autora se refiere a una esencia básica de ser mujer que no es compartida por los hombres, pues ellos están ocupados de lo abstracto, mientras que las mujeres se encuentran inmersas en la vida concreta. Así, la autora entabla una homología entre las actividades y la identidad de género. En última instancia, representa para las mujeres una ventaja realizar las actividades domésticas y tener mayor contacto con la "vida cotidiana" pues es un insumo para la creación poética. Ésta posición no deja de generarme aún más preguntas y, en cierta medida, escozor. ¿Es la "femeneidad" el sello de la poesía escrita por las mujeres? ¿los roles de género determinan los principales temas de la escritura? ¿dicha posición acaso no continua reproduciendo las representaciones sociales sobre los roles de género?

Bibliografía.

Pikouch, N (1990) Voz femenina. Una mirada a la poesía de mujeres. En Vía Pública. Cultura en Medellín. N 6, II.  Pag  11-12. Medellín

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ciudad y campo.El antigüo dilema.

 Las ciudades cuentan con espacios que bien pueden encontrarse en las zonas rurales. Canchas de tejo, mini ranas, cantinas rústicas, y demás espaicos de encuentro que dan cuenta de que la migración y adaptación al trabajo fabril no implican el desarraigo total de las costumbres y prácticas cohesionadoras de los migrantes. Existe una nostalgia por el pasado perdido, el campo añorado del que ya no hace parte, bien por “decisión voluntaria” (bajas oportunidades laborales o educativas) o por desplazamiento forzado. Una vez, asentados en las ciudades, sus hijos posiblemente no sientan esa ausencia por sus patrones de crianza. El territorio, que es en sí mismo el escenario en el que confluyen las vivencias más íntimas de una comunidad, se ha perdido aunque perdura en los pocos espacios verdes que ofrece la ciudad y los espacios de encuentro trasladados a los barrios receptores. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Las fronteras invisibles pero reales.

Dino Buzati. El colombre y otros relatos.
Hace poco leía teoría política, sociológica y antropológica sobre la creación de las naciones modernas en occidente. Títulos ya clásicos sobre la Nación como Nación y nacionalismo de Gheler o  Comunidades Imaginadas de Benedict Anderson coinciden en la ponderación de varias características en su nacimiento, desarrollo, consolidación y si se quiere ahora, crisis. A propósito de ello, me he tomado el atrevimiento de tomar prestada una cita que, a mi parecer, es apropiada para designar la paradoja de la nacionalidad. Un sentido de pertenencia a una comunidad a pesar de no conocer a todos sus integrantes, la creación de identidad común, colectiva y dependiendo de las circunstancias (piense por ejemplo en situaciones conflictivas con otros países, guerras, delimitación fronteriza, comercio internacional, entre otros) cohesionadora:
"No existe, sospecho, frontera, al menos en el sentido en que nosotros estamos acostumbrados a pensar. No hay murallas que separen ni valles que dividan ni montañas que cierren el paso. Probablemente cruzaré el límite sin advertirlo siquiera e, ignorante de ello, continuaré avanzando."

domingo, 17 de noviembre de 2013

Me permito por acá copiar una cita.
"Para algunos historiadores los indígenas desaparecieron en el siglo XiX al transformarse en comunidades de campesinos (valenCia, 2008: 40-48). Campesino es un concepto de naturaleza socioeconómica que establece la relación de los productores con la tierra, lo que en buena medida se debe a la aplicación de modelos de la economía clásica y del marxismo que colocan el acento en los grupos sociales surgidos a partir de relaciones de inclusión o exclusión con relación a la propiedad y de sus distribuciones en los procesos productivos. Además, esta categoría implica aceptar que los liberales avanzaron en su interés tanto de transformar las formas de propiedad como en la creación de un nuevo sujeto en el campo: el productor independiente o campesino, lo que está en contravía de las evidencias que hemos mostrado recientemente. Ese concepto desconoce las especificidades étnicas y culturales, como también la existencia de una normatividad jurídica que siguió concediendo un estatus especial a los indígenas bajo la república. Esos elementos diferenciadores se expresaban en formas de propiedad inmueble, racionalidad económica, instituciones administrativas, relaciones de alteridades que generaban unas demandas muy específicas y diferenciadoras con relación al resto de la población del campo. Y lo que también es importante, en muchos casos los labriegos se resistían a ser caracterizados bajo esa condición racial. En otro sentido, la pertinencia de la categoría indígena tenía su énfasis más en lo cultural que en lo socioeconómico"